“Los que piensan que no tienen tiempo  para el ejercicio físico, tarde o temprano encontrarán tiempo para la enfermedad”

(Edward Stanley, estadista inglés del siglo XIX)

 

En esta entrega del mes de mayo sobre Alimentación Y Arterioesclerosis, nuestro médico de cabecera, el Dr. Jose Ramón Calabuig, nos llama la atención sobre dos aspectos esenciales en el entorno de la arterioesclerosis y de las que, con un poco de esfuerzo y mucha filosofía vital, vamos a ser capaces de resolver.

“Siguiendo con los factores modificables de la Arteriosclerosis hoy hablaremos del Ejercicio Físico y el Stress.

Ejercicio Físico. Se trata de cualquier actividad física que mejore la salud y el bienestar de la persona; y la mejor, es aquella que podemos incorporar a nuestra vida diaria y convertirla en un hábito.

La actividad física mejora la fuerza muscular y aumenta la resistencia, aporta Oxígeno y nutrientes a los tejidos y ayuda a que el Sistema Cardiovascular y Pulmonar funcionen de manera más eficiente.

Metabólicamente el ejercicio disminuye la cantidad de glucosa en sangre por que aumenta la sensibilidad de las células a la insulina de modo que éstas utilizan mejor la glucosa; además, cuando los músculos se contraen toman la glucosa como fuente de energía independientemente de si hay insulina. Además, el ejercicio disminuye los triglicéridos y el Colesterol LDL incrementando el HDL

Respecto al metabolismo óseo se incrementa la densidad ósea con lo que se previene, también, la Osteoporosis. Los músculos se vuelven más potentes y flexibles. Mejora la movilidad de las articulaciones y reduce las pérdidas funcionales asociadas al envejecimiento y además también favorece el tránsito intestinal.

Combate las enfermedades cardiovasculares. Con el ejercicio la sangre fluye mejor, lo que reduce la presión arterial y  evita los accidentes cerebrovasculares  mejorando la función cognitiva. Por otro lado el mayor consumo de calorías retrasa la aparición de diabetes.

Mejora el estado de ánimo, ayuda a relajarse después de un día estresante. Estimula la producción de varias sustancias químicas cerebrales que hacen que te sientas más feliz y menos ansioso, aumenta tu confianza y mejora la autoestima.

Puede ayudar a dormir mejor y más profundamente pero siempre evitando hacer el ejercicio cerca de la hora de acostarse ya que crea demasiada energía para poder iniciar el sueño.

Aumenta la confianza sobre la apariencia física lo que puede estimular, sobre todo en las mujeres, la actividad sexual.

El ejercicio físico también ayuda a controlar el peso porque quema calorías. No es necesario ir al gimnasio tan solo hay que estar más activo, subir las escaleras en vez de utilizar el ascensor, caminar más deprisa, no coger el bus en trayectos no muy largos o acelerar el ritmo en las  actividades domésticas. “Cualquier actividad es mejor que ninguna”.

Hay que procurar que el ejercicio sea divertido, que se disfrute de hacerlo e intentar que se convierta en una actividad social. La mejor actividad física es aquella que podemos incorporar a nuestra vida cotidiana y convertirla en un hábito, como pasear al perro, caminar diariamente, y si es posible en compañía para reforzar los vínculos de amistad.

Por ejemplo: Bailando se consumen 12 Kilocalorías por minuto, nadando 10, caminando 5’7, fregando suelos 7’7, jardinería 5, guisando 3’2.

Stress. Es una reacción fisiológica del organismo ante cualquier situación o pensamiento que produzca frustración, furia o nerviosismo ante una situación amenazante o demandante. El organismo activa, automáticamente, ciertos mecanismos de defensa que, en ocasiones, pueden perturbar el equilibrio físico y emocional de una persona de manera que el pulso y la respiración se aceleran, los músculos se ponen tensos y el cerebro aumenta la actividad y por lo tanto consume más oxígeno.

Todo el mundo se ve estresado alguna vez y es una reacción normal y positiva del organismo siempre que no se descontrole ya que es la forma como el cerebro y el cuerpo responden ante una situación que considera adversa  y consume más glucosa.

Hay diferentes tipos de  estrés y todos pueden generar riesgos para la salud física y mental. En ocasiones, están relacionados con presiones en el trabajo, la escuela, la familia y otras responsabilidades diarias. Otras veces lo provoca el cambio repentino de una situación como puede ser la pérdida del trabajo, el divorcio, una enfermedad, la muerte de un allegado y también una situación puntual como puede ser la actual pandemia por Coronavirus.

Aunque el estrés es bueno para prepararnos a enfrentarnos a una amenaza, huir a un lugar seguro…., a largo plazo puede perjudicar nuestra salud sobre todo si es crónico ya que puede alterar los sistemas inmunológicos, digestivos, cardiovasculares, reproductivos y perturbar el sueño. Se manifiesta con dolor de cabeza, síntomas digestivos, insomnio, tristeza o irritabilidad.

Para manejarlo adecuadamente lo primero es ser consciente de que se está estresado. Sus manifestaciones son:  dormir mal, estar enfadado o deprimido, beber más alcohol de lo debido y si eso ocurre se debe consultar  con un profesional quien aconsejara hacer ejercicio de forma regular, buscar una actividad relajante, establecer objetivos y prioridades, mantenerse en contacto con familiares y amigos y no aislarse y pedir ayuda cuando sea necesario. Si con ello no es suficiente se deben prescribir  ansiolíticos que ayuden a controlar la  situación estresante lo que hará que nos sintamos mejor, más contentos y relajados”.