Me llamo Alfredo, tengo 31 años y soy de Valencia. Estoy casado y tengo la suerte de tener un hijo y estar esperando otro. Aunque soy abogado, los devenires de la vida han hecho que no ejerza la abogacía en la multinacional azulejera en la que trabajo actualmente, aunque siempre me han resultado muy útiles los años de estudio en la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia.
Empecé a donar sangre en el trabajo ya que el Centro de Transfusión de la Comunidad Valenciana nos visita varias veces todos los años. Ya antes de desempeñar mi actividad laboral, me había rondado la cabeza el hecho de donar sangre pues veía fundamental aportar mi granito de arena a una causa tan importante y en la que te sientes un poco más solidario; sin embargo, nunca me había decidido a dar ese paso, a actuar en esa dirección. Ahora, siento el no haberlo hecho antes. Una vez donas y conforme lo vas repitiendo, vas siendo más consciente de lo sencillo que resulta ayudar.
La experiencia siempre ha sido muy buena, en gran medida, gracias a los excelentes profesionales con los que cuenta el Centro de Transfusión. Siempre me han atendido con dedicación y profesionalidad y, a la vez, me han explicado perfectamente qué hacer en cada momento.
En muchas ocasiones escucho distintas excusas para no donar, principalmente relacionadas con el “miedo” que supone hacerlo. Creo que el miedo se nos quita a todos, o al menos somos capaces de superarlo, si en algún momento, somos nosotros los que necesitamos recibir la sangre de otras personas, es decir, necesitar que otros superen sus “miedos” para que nosotros podamos mejorar nuestra calidad de vida o incluso salvarla.
Desde aquí, me gustaría animar a todas las personas que estén en disposición de donar, a que lo hagan. Creo que muchas veces no somos conscientes de lo que podemos estar ayudando con tan poco esfuerzo. Cuando donas, salvas vidas y es una pena que en muchas ocasiones no nos demos cuenta de esto hasta que el que necesita la sangre de otro es algún amigo, familiar o incluso tú mismo.