“Hazte un favor: Dona Sangre, Dona Vida”. Saludos a todos. Me llamo Ania Granjo, llevo 27 años ininterrumpidos dedicados al ejercicio de la abogacía, simultáneamente con la docencia universitaria y la escritura.
Estas diversas facetas profesionales me hacen estar en contacto diario con las distintas edades y etapas de la vida. Me impresionan dos particularmente: la juventud y la vejez. La primera porque implica ilusión desbordante y plenitud de vida a raudales. Una fase en la que parece que se puede con todo y a la par que poco o nada se precisa. Con una conciencia clara de invulnerabilidad. Lo contrario de la etapa final de la misma en la que la debilidad y la escasez de tiempo merman, con mucho, las energías residuales del cuerpo y de la mente. Lo común en ambas es la sangre que recorre sus cuerpos y edades.
La sangre es uno de los principales, por no decir el más importante, componente de nuestro organismo. Purifica, oxigena y alimenta las células de nuestro cuerpo, nada más y nada menos, para que pueda continuar funcionando. Por ello, este “oro rojo”, como le llamo, se hace tan necesario y adquiere tantísimo valor. De esta forma, el convertirnos en donantes de nuestra propia sangre, convierte, a su vez, este pequeño gesto, quizá, en el más generoso y altruista que podemos realizar cada uno de nosotros con los demás sin contraprestación alguna. Bueno, sí la hay. “Nada resulta más gratificante que la solidaridad voluntaria, la satisfacción personal e intransferible de haber ayudado con aquello que tenemos a nuestro alcance y la conciencia tranquila de haber realizado una buena “obra humanitaria”. ¿Cabe más en este simple gesto?”.
Porque donar nuestra sangre es regalar vida a quiénes la necesitan. Nunca sabremos quiénes respiran gracias a nuestra generosidad pero sí sabemos que habrán personas anónimas a las que hemos podido ayudar a sonreír cada día, a volver a abrazar a sus familiares, a seguir tomando cervezas con sus amigos.
Es un acto que cuesta tan poco y regala tanto. ¿Hay algo más hermoso y gratificante que poder ayudar al prójimo sin esperar nada a cambio? Por ello, “reflexiona, infórmate y decide si estás del lado de los que dan o sólo de los que esperan recibir”.
Si algo me ha demostrado el día a día, y así lo he escrito para la posteridad, es que somos “trocitos de tiempo” y que en un segundo se nos puede romper la vida y necesitar de ese donante altruista.
Un fuerte abrazo a todos.