Estábamos esperando que intervinieran a mi tío de un cáncer de vejiga y muy amablemente nos recordaron que no tenían donantes suficientes para atender a todas las cirugías (recuerdo que fue a finales de los años 70).

-Qué pereza, te pinchan, te sacan sangre e igual me mareo.

-No voy a donar, esta tarde tengo una fiesta y no voy a arriesgarme.

Ese fue mi discurso negacionista (así lo recuerdo) con mis familiares y  mi primera donación. Done sangre y fui de fiesta. Desafortunadamente, mi tío falleció al día siguiente de la intervención, pero eso no viene al caso.

Por azar del destino terminé trabajando en el banco de sangre del Hospital Clínico Universitario de Valencia. Empecé el contacto con donantes y viví la necesidad acuciante de concentrados de hematíes para abastecer al propio hospital. La donación de sangre y su procesamiento no estaban centralizados. Mi jefa de entonces, Ilu, negociaba a veces con bancos de sangre de otros hospitales de Valencia, el “intercambio” de concentrados de hematíes de un grupo sanguíneo por otro:

-Hola Fulanita, tienes O-, me puedes mandar 4 y yo te envío 6 A+

-¿Prefieres esperar a la semana que viene que hago una salida fuera del hospital y te lo devolveré?

Esto pasaba muchas veces y también llamaban de otros hospitales para pedir o cambiar.

Vivimos la pandemia del SIDA que no fue “moco de pavo” para el mundo de la donación/transfusión. Los avances en el mundo de la hemoterapia costaron vidas desde el principio de la transfusión sanguínea. Gracias a todos aquellos que enfermaron y algunos  murieron, se establecieron por ley una serie de medidas que protegían tanto al donante como al receptor. En España ya estaba regulada la donación de sangre, pero se protocolizaron mejor los cribados de donantes y las pruebas a realizar a las unidades de sangre donadas.

Llegamos a noviembre de 1988, luego de muchas vicisitudes en mi vida como profesional sanitaría (quería ser investigadora), mi jefa  Ilu, se había trasladado al Centro de Transfusión de la Comunitat Valenciana; me llama una mañana y me pregunta ¿tienes trabajo remunerado? Me ofrecía un contrato para trabajar de médica de Equipo Móvil y aquí sigo.

Conocí al que, posteriormente, sería mi jefe y mi amigo Roberto, con el que he hecho “bolos para promocionar la donación de sangre” por toda la Comunidad Valenciana. Él además canta y bastante bien.

Durante estos años, he vivido como médica diferentes ángulos de la donación de sangre: ser donante, promoción de la donación, racionalizando la planificación de colectas de sangre, trabajando  junto a los promotores (¡bien por ellas y ellos!), con  delegados de asociaciones de donantes de sangre en tiempos de mucha penuria. La parte administrativa del  Servicio de Hemodonación, que sin mis compañeras  nada hubiera sido posible, hemos podido caracterizar al donante de sangre de la Comunidad Valenciana y realizado estudios estadísticos de alto nivel.

Puede que de lo que esté más orgullosa sea la organización de los equipos móviles, que es una labor difícil pero gratificante por lo que tiene de trabajo en equipo (Aquí también gané amigas enfermeras y médicas). Trabajando juntas nos dimos cuenta que la confianza es el cemento para la vida y para un buen trabajo.

La vida de los equipos móviles separa o une para siempre a las personas por lo que tiene de errante y variopinta. Concentra todo el  trabajo en pocas horas de atención a la población pero cada día es diferente el entorno, las personas,  localización, temperatura, iluminación, etc.

En mi vida laboral  todo es bueno, pero lo mejor de todo es  la atención directa a los donantes, esos minutos en los que charlas con gentes que dejan sus cosas y por algún motivo  se acercan a donar su sangre para echar una mano  a personas enfermas que no conocen. Juntos hemos pasado muchas vicisitudes,  los atentados de Madrid, el accidente del metro en Valencia y otras situaciones complicadas, ellos me han hecho darme cuenta que pese a todo lo que dicen las malas lenguas que creen que no tenemos futuro como sociedad, por lo menos unas 100000 personas cada año en la Comunidad Valenciana forman un tejido social fuerte y solidario donando su sangre.

Llegado este momento de terminar el relato, me gusta recordar a mis compañeros que no están, ellos siempre pasearan por la vida conmigo porque son mis amigas y amigos. Entre los que están y los que no, han hecho de mi lo que soy; donante de sangre