Sangre de nuestra sangre, 

Hace un año aproximadamente una tarde decidí dar un paseo. En principio sería un poco largo y a los diez minutos cambié de ruta. Justamente,  tras la valla en la que mis hijas aprendieron,  tras la valla en la que mi María Henar disfruta de su profesión docente, un reclamo se hacía eco y desviaba mis pasos. Se necesitaba sangre, siempre se necesita sangre y la sangre de mi sangre me reclamaba sin ella saberlo. Entré,  recorrí los pasillos que tantos recuerdos me traían,  bajé las escaleras y allí estaban. Ellas, sanitarias solicitando solidaridades para el necesitado de glóbulos. Ellas, aportando serenidad y destreza en el manejo de las palomillas. Ellas, agradeciendo a voz callada el hecho solidario de compartir con el necesitado. Me tumbé en una camilla y me dejé llevar.  El rojo elemento fluía hacia las alacenas en forma de bolsas dispuestas y en los rostros de los hábitos  cremas sentí la recompensa en su sonrisa de agradecimiento. No, no hacía más que devolver lo que tanto había recibido y sigo recibiendo en mis hijas. El reconocimiento a una labor digna, justa, cierta,  hablaba por sí solo de la PUREZA que segmenta a la Avenida del Cid de un legado que por unas horas se regó de vida. Un ayer que cobraba sentido a cada bombeo hasta que fue suficiente. Me incorporé, rechacé el zumo, olvidé las rosquilletas y vi cómo un credo de actitudes cruzó la sala. Una breve cháchara dio paso al ascenso hacia la planta en la que tantas meriendas fueron recibidas aquellos años que tan lejanos parecen. Sé que mereció la pena y sé que volverá a merecerla a no mucho tardar. La sangre, creedme, se coagula en el egoísmo y fluye en la generosidad,  para ser sangre de otras sangres que acabarán siendo parte de ti. Aquellas, aquellos que aún no lo habéis comprobado no os neguéis la oportunidad.Jesús Frías