Soy Jimena Bañuelos y llevo casi 16 años viviendo de regalo. Un regalo que me hizo un donante de médula alemán. Todo comenzó en enero de 2006. Yo, en aquel momento, era estudiante de Periodismo. Estaba acabando los exámenes de cuarto de carrera cuando una leucemia dio un giro de ciento ochenta grados a mi vida. Todo cambió. Nunca olvidaré el momento en el que me dieron la peor noticia que me han dado nunca, pero también y, para ser justos, llevo grabadas en mi mente las palabras que lo cambiaron todo: “Jimena, tienes un donante de médula compatible.” Unas palabras que fueron posibles gracias a la generosidad de una persona que sin conocerme me iba a hacer el mejor regalo de todos. Me iba a regalar vida.

Es cierto que la leucemia tomó las riendas de aquella estudiante pero mi vocación periodística es tal que acabé cuarto y quinto en el hospital entre “quimios” y con el trasplante recién hecho. La vida me enseñó a ser fuerte, pero también me enseñó a valorar lo que realmente importa. Tenía solo veintiún años cuando todo eso pasó.

De aquel 14 de septiembre en el que me hicieron el trasplante nació mi lema de vida. El que abandera mis días porque a pesar de todo, de lo malo hay que quedarse con lo mejor y, por eso, me aferro a que “Aún tengo la vida” para seguir disfrutando de mi familia, de mis amigos y de muchas experiencias que el tiempo me ha brindado. He podido cumplir sueños y seguir soñando con todo aquello que me hace sonreír.

La vida, esa que sólo se vive una vez, cuando da segundas oportunidades es por algo. Seguiré sonriendo al presente porque motivos no me faltan y seguiré animando a todo el que pueda a hacerse donante de médula. Hay días inolvidables y aquel martes y 13 de junio de 2006 cuando mi hematóloga pronunció la frase que os he dicho todo se tiñó de esperanza, de ilusión y de fuerza porque recuperar las riendas de mi vida estaba cada vez más cerca. No hay palabras para describir ese momento, por eso, aquellas lágrimas hablaron por sí solas. Ahí está la fuerza de la vida.

Un simple pinchazo es el principio del fin en la lucha de un paciente. Un pinchazo que lo cambia todo. En definitiva, un pinchazo que da mucha vida.