Soy José Ramiro Cruz, donante de sangre voluntario verdaderamente altruista desde la última década del siglo pasado. A mis 72 años, comparto mi fortuna – bienestar, conocimiento y solidaridad- al donar mi sangre dos veces cada doce meses.

Mis primeras experiencias como donante en mi país de origen, en la década de 1970, fueron en respuesta a súplicas de familiares y amigos que requerían sangre tipo O para poder ser atendidos durante enfermedades críticas. Inmediatamente entendí que era necesario adherirme a un grupo informal de “sangre O”, no solo para poder contribuir al tratamiento medico adecuado de conocidos y desconocidos, sino también para tener su apoyo en caso que yo necesitara transfusiones en algún momento. Con esa premisa, desde mi primera donación, me negué a recibir el dinero que muchas personas me ofrecían antes o después de mi donación, estímulo que era común en aquellos tiempos debido al requerimiento hospitalario para que cada paciente trajera donantes de reposición.

Por razones muy personales y laborales me trasladé a Estados Unidos en 1994. Recién llegado a mi nueva residencia, me apareció una ulcera gástrica que, después de varios días de molestias, me produjo anemia y me llevó de emergencia al hospital. Recibí transfusiones. Nadie me exigió donantes – conseguirlos me hubiese sido imposible porque estaba acá sin familia y no había hecho amistades aún. Obviamente, recibir sangre de donantes voluntarios fue una experiencia nueva y muy educativa para mí. Decidí entonces que, una vez recuperada mi salud, debía contribuir a que quienes tuvieran necesidad de transfusiones también tuvieran acceso oportuno a sangre y que ella fuera segura. Una vez totalmente recuperado entendí que, debido al riesgo que las transfusiones tenían de transmitir algunas enfermedades, para poder donar debía esperar un año después de recibir sangre. Luego, por motivos de mi trabajo debía viajar a países en donde había malaria, por lo que tampoco podría dar mi sangre. Decidí entonces ofrecer donar sangre en el extranjero, encontrándome con obstáculos administrativos para hacerlo: la donación voluntaria altruista, sin interés de ayudar a un paciente en particular, era motivo de sospecha de comportamientos indeseados; no llegaba a las horas requeridas por el banco de sangre, debía invertir varias horas en el proceso; mi edad estaba por encima del limite aceptado. Después de varios viajes a ciertos países de América, y cuando personas locales notaron mis intenciones, pude donar localmente. Además, cuando las áreas que visitaba no eran consideradas de riesgo para malaria, empecé a donar repetidamente en Estados Unidos, rutina que mantengo desde mi jubilación en 2011, dando me sangre en mayo, por el día de las madres, y en noviembre, por mi cumpleaños. Durante la pandemia de COVID-19, he donado en marzo y octubre de 2020, y en abril de 2021.

Donar sangre me hace sentir sano, útil, solidario, contento y afortunado. Sé que mi sangre lleva esos sentimientos a quienes la reciben.  

Nota: en la actualidad el Dr. José Ramiro Cruz está jubilado. En su etapa profesional, en otras, fue Asesor Regional de Servicios de Laboratorio y Sangre de la Organización Panamericana de la Salud (Washington, DC) en el periodo: 1994-2011.