Mi nombre es Leticia y tengo 41 años. Era 26 de Diciembre, vacaciones de navidad de 2.017, estaba en casa de mi mamá, con mi hermano, sus mellizas de 2 añitos y mi niño hermoso de 2 añitos también. Mientras apurábamos la última cucharada de la papilla recibí una llamada … llamaban del hospital, en mi última analítica preparto algo no había salido bien … estaba entonces embarazada de 36 semanas, de mi niña maravillosa. Fue difícil, muy complicado, llevaba casi 9 meses de embarazo bastante malos y entonces pensé que tal vez ahí terminaba todo. Me diagnosticaron un linfoma del manto, extraño para mi edad y bastante agresivo, según dijo mi doctor. Me dijeron que no sabían lo que iba a ocurrir pero que no dudara que vería crecer a mis peques.

Inicialmente pasé por un proceso de culpabilidad, pensé en lo que le iba a hacer a mi familia, me sentía responsable del dolor que iba a traer y trate de buscar respuesta a porqué me pasaba esto, la causa … aún ahora, en ocasiones, me sorprendo intentando hallarla. Sentí como si un gigante me hubiera sacado de mi vida y me hubieran colocado en otro lugar, como si fuera una pieza de ajedrez. Mi mundo cambió de la noche a la mañana. Recuerdo, en la sala de espera de hematología, preguntarme porque algunas personas llevaban mascarilla, tiempo después no sabía vivir sin ella y veía peligros en todas partes. Aparecieron personas que antes no conocía y se convirtieron en parte de mi equipo, mi hematólogo, mi psicólogo, la enfermera de hematología, etc., otros a los que esperaba se fueron. De la tristeza pase al miedo y del miedo a la ira, a veces todavía me enfado. Tomé una decisión, la enfermedad me podía matar, pero no me quitaría mi vida. Así, dentro de mis limitaciones, intenté llevar la vida más normal que pudiera y ser mamá de forma distinta a como yo me lo había imaginado, pero serlo. Yo tenía una situación, me había tocado vivirla y no me gustaba ni la quería, pero mis decisiones las tomaba yo. Descubrí a Juan Luis Guerra, así que bailaba con él por el día y lloraba por la noche, pero todo lo decidí yo y me respeté por ello. Me fue bien, fenomenal como me dijo Rafa, mi hematólogo; 6 meses después de la experiencia vital más dura de mi vida obtuve una remisión completa. Pocos días después escribí a mi familia y amigos, habían ido diciéndome que cuando todo esto pasara haríamos una gran fiesta, y yo misma pensaba que no podía ser de otra forma, de hecho fantaseaba con ello, pero lo cierto es que al terminar fue raro, solo quería volver a la rutina, era lo que más anhelaba, no quería una fiesta, no quería fuegos artificiales, solo quería retomar mi vida como si nada de esto hubiera pasado y dejarlo atrás, muy lejos. Fui consciente de que esta experiencia me había hecho olvidar quién era, aunque intentara normalizarla, y me había hecho tener miedo a la vida. He tenido que reencontrarme a mí misma y a la vez buscar otras versiones de mí, he tenido que aprender a consolarme y he aprendido que para cuidar a los demás primero te tienes que cuidar a ti mismo y que si no te quieres a ti no puedes querer a nadie, que la vida no es perfecta, que la vida tiene sus circunstancias y que el mundo sigue a pesar de nosotros y eso me parece maravilloso. A día de hoy han pasado 4 años, no he dejado mis revisiones y sigo fenomenal … no voy a negar que de vez en cuando me permito tener momentos de nostalgia y que estoy intentando deshacerme de una ansiedad que se agarró a mi cuando terminé el tratamiento y aún hoy, de vez en cuando, se deja ver recordándome que todavía tengo trabajo por hacer, pero he agarrado mi vida con fuerza y soy dueña de ella. No sé lo que me depara el futuro, pero sé quién soy y qué quiero y sé que, me depare lo que me depare, mi futuro es mío y de nadie más. Os envío un abrazo enorme a todos los que estáis ahí, subiendo esta empinada escalera. Recordad que tras el último peldaño viene una meseta y que somos muchos los que no os soltaremos de la mano y os ayudaremos a subir …,  al final la vida se abre camino.