La pasión puesta al servicio de una gran idea. Corría el año 1990 cuando un buen amigo e ilustre compañero, el Dr. Francisco Villar García-Moreno, a la sazón Director General del Servicio Gallego de Salud me propuso poner en marcha el Plan de Hemoterapia en Galicia a semejanza del Plan Nacional de Hemoterapia del año 1985. Aunque le agradecí enormemente la confianza depositada en mí, no me imaginaba en ese momento, la ingente tarea que ese reto suponía y las múltiples dificultades que habría que superar.

El escenario presentado era el siguiente, Galicia con un índice de donación de sangre de 19,3 por mil habitantes ocupaba el último lugar de España por comunidades autónomas, mientras que el índice estatal de 26,4 donaciones/mil hab., alejados ambos, del índice 40 /mil hab.  recomendado por la OMS, en resumen, un gran reto.

Desde muy joven he sentido curiosidad y devoción por las experiencias e ideas de nuestro admirado premio nobel en Medicina Santiago Ramón y Cajal. En una ocasión tuve la oportunidad de recordar una de sus citas en la que me sirvió de inspiración como modo de conducta en mi vida profesional que por su aproximación a la dificultad de este gran reto, juntaban dos principios irrenunciables, la pasión y la voluntad,   “Quien en presencia de un arduo problema no sienta crecer su entusiasmo, a medida que el entendimiento redobla sus esfuerzos; quien, al aproximarse el solemne momento del fiat lux, impacientemente esperado, no tenga el alma inundada por la emoción precursora del placer, debe abandonar las empresas científicas, porque la Naturaleza no otorga sus favores a los fríos de condición, y la frialdad es a menudo inequívoco signo de impotencia”1

Era imprescindible partir de un análisis lo más riguroso posible de la realidad, definir la magnitud del problema, la actitud de las partes interesadas en concreto los donantes gallegos, en base a ello, estudiar los distintos escenarios, fijar los objetivos, determinar los recursos humanos y materiales necesarios para alcanzar dichos objetivos y finalmente construir la estructura precisa para lograrlos.

En base al análisis de la crítica situación de partida, se elaboró una encuesta que permitiese establecer una población diana de los futuros donantes comenzando por los más predispuestos y recuperar a todos aquellos que fueron sujetos directos de los tiempos de escasez. “Recuerdo conversaciones con un reputado cirujano, tío abuelo mío, en las que nos relataba hechos reales vividos por él debidos a la escasez de sangre y sus trágicas consecuencias que jamás pude olvidar”.

El estudio puso de manifiesto tal y como se esperaba, un 17,6 % de los encuestados habían donado en alguna ocasión sangre, el 26,8% se declaraban predispuestos, el 20,6% lo efectuaría solo para un familiar  o  un amigo, el 26,6%  no lo haría  por  motivos  de  salud, además el 5,6%  no  dona  por  miedo, mientras que un 2,9% se declara indeciso.

Con los datos obtenidos se elaboró una estrategia dirigida a vencer la objeciones y excusas para convencer a los futuros donantes reticentes, se fragmentó la población diana en función a su lugar de residencia, ocupación y se diseñaron las campañas informativas “para conseguir que toda la población gallega entre 18 y 65 años con un buen estado de salud se sintiera implicada en la responsabilidad de garantizar un suministro de sangre y componentes sanguíneos seguros y en cantidad suficiente en todas la circunstancias, basada en la donación voluntaria y altruista de sangre, y con el propósito de facilitar el proceso de donación aproximándolo al lugar de residencia, de trabajo o estudio mediante la donación extrahospitalaria,  era un incipiente y novedoso plan de marketing social orientado a la donación  de sangre”.

Además, se puso de manifiesto una serie de dificultades para revertir esa situación como era la atomización de los recursos, la resistencia al cambio por parte los profesionales de la hemoterapia y de las asociaciones de donantes, y especialmente los factores sociodemográficos y culturales de la población de donantes potenciales.

La donación de sangre en aquel momento estaba basada fundamentalmente en la donación familiar o de remplazo y era preciso sustituirla gradualmente en donación voluntaria y altruista en cantidad suficiente para cubrir el previsible incremento de las necesidades debido al crecimiento de la demanda debido a los avances técnicos y la complejidad asistencial.

Por otra parte dada la heterogeneidad de recursos humanos y tecnológicos disponibles, de calidad  y seguridad de los productos obtenidos no homologable a los países más avanzados de nuestro entorno y la inminente puesta en común de la política hemoterápica en Europa, “hacían preciso dotar a Galicia de las estructuras necesarias (Centro de Transfusión de Galicia inaugurado en junio 1993) así como centralización de los recursos existentes en ese momento orientados todos ellos a obtener la cantidad  de componentes sanguíneos necesarios y dotándose de la normativa legal” .

Disponer una amplia base de donantes de sangre y componentes sanguíneos que permitiese cubrir las necesidades de la Red asistencial del SERGAS  actuales y futuros incluido el resto de los servicios sanitarios de titularidad privada, preservando el principio de gratuidad de la sangre donada y  permitiendo conocer por primera vez el coste de obtención, procesamiento analítico, fraccionamiento y distribución de los componentes sanguíneos en equidad y en función de sus necesidades gracias e economías de escala y estableciendo un sistema de reembolso de los componentes sanguíneos basados en costes reales fueron objetivos fundamentales del plan estratégico.

En mi fuero interno, estimo como lo mejor de mi labor de entonces las decisiones consagradas a la medicina transfusional, es decir, al “desarrollo de un sistema de Hemodonación en Galicia moderno, eficaz y eficiente, la puesta en marcha de un sistema de calidad pionero y la autosuficiencia en componentes sanguíneos y hemoderivados”. Perdóneseme si, a pesar de mi promesa de laconismo, señalo aquí algunas metas logradas.

Galicia finalmente alcanzó en el año 2000 la autosuficiencia en sangre y hemoderivados alcanzando el índice de 40 donaciones por mil habitantes, recomendado por la OMS para considerarse autosuficiente.

Han transcurrido más de 20 años desde entonces y lejos de considerar finiquitado el problema y disponiendo de nuevas herramientas de contacto con los donantes tales como correo electrónico, sms, redes sociales, etc. es fundamental “disponer de una base actualizada de donantes activos y de un aplicativo informático amigable que facilite la planificación estratégica y la gestión de la donación de sangre” dado que en caso de no valorar el esfuerzo realizado, sería relativamente sencillo retornar a los niveles de partida.

Sin duda la satisfacción soberana de hacer algo útil constituyó un tónico dinámico de primer orden2 y nos inspiró en todo ese ambicioso empeño. Es por ello por lo que me gustaría resumirlo simplemente como el resultado de la pasión puesta al servicio de una gran idea.

Con mi eterno agradecimiento a mis valientes pioneros y amigos (Julio Flores Pérez, Carlos Areal Méndez, Rafael Mareque Otero, José Freire y Álvaro Sobrino Balsa), al Dr. Francisco Villar García-Moreno, al Dr. José Manuel Gonzalez Álvarez y al Dr. Roberto Roig, que hicieron posible que este formidable proyecto superase satisfactoriamente las expectativas más ambiciosas.

Referencias

(1) Santiago Ramón y Cajal. En Fundamentos Racionales y condiciones técnicas de la investigación biológica.

(2) Juan Fernández Santarén. En Santiago Ramón y Cajal. Recuerdos de mi vida.

Nota: el Dr. Roberto García de Villaescusa Collazo fue Director Técnico de la Fundación Centro de Transfusión de Galicia (1993-2002);  Director Gerente del Centro de Transfusión de la Comunidad de Madrid (2002-2004).  Ha ocupado diversos cargos directivos en la gestión de la sanidad pública madrileña; Desde marzo 2015 y hasta la actualidad es Jefe Clínico del Servicio de Hematología del Centro Oncológico de Galicia de La Coruña.