En 100 años hemos pasado del milagro desconocido al milagro invisible. El 22 de noviembre de 1924 en la Academia Médico-Quirúrgica de Gipuzkoa, su Presidente el Dr. Benigno Oreja dio una conferencia sobre una nueva técnica: La transfusión de sangre.

Explicaba que había 3 tipos: “la Hetero-transfusión cuando procede de una especie diferente de animal, la Homo-transfusión cuando es de la misma especie animal y la Autotransfusión cuando es de la misma persona.”

Había dos maneras de realizarla: “de manera directa cuando se anastomosa (uniendo) una arteria o vena del donante con una vena del paciente de manera indirecta haciendo un paso intermedio pasándola a través de un instrumento”.

Finalmente describía que la sangre podía ser pura, es decir sin adicción de ninguna sustancia extraña o por el contrario mezclada con un producto que impidiera su coagulación.

Comentaba que la donación de sangre ya no suponía el acto heroico por parte del donante de someterse a una intervención quirúrgica en la que se le unía una de sus venas o arterias a la vena del paciente.

Al final de la conferencia terminó diciendo “Por cuanto antecede, veis cuan numerosas son las indicaciones de la transfusión de sangre y los grandes servicios que esta pequeña y fácil intervención es susceptible de reportar; por esto, todo médico debe saber practicarla en caso de urgencia para salvar la vida a un enfermo exangüe”

Yo soy médico y empecé a trabajar en 1982 en lo que era el Banco de Sangre de Gipuzkoa, ahora Fundación Centro Vasco de Transfusión y Tejidos Humanos. Gipuzkoa. Entonces la transfusión era una práctica diaria pero la donación de sangre no era todo lo abundante que sería necesario, frecuentemente intervenciones quirúrgicas tenían que ser suspendidas por falta de sangre o familiares de pacientes se veían obligados a donar sangre para que pudieran realizarse. La donación de sangre se consideraba un regalo de vida de la que todo el mundo era consciente, era un regalo que generaba emoción y agradecimiento por parte del paciente y orgullo por parte del donante. Ahora 40 años más tarde la transfusión es un acto cotidiano que pasa inadvertido, ahora es un regalo que no genera ni emoción ni agradecimiento.

En 40 años he visto como las personas que donan sangre han ido perdiendo de vista el milagro que sucede a los pocos días de su donación y que no es otro que el que sus glóbulos rojos son capaces de transportar oxígeno y vida a través de las arterias de otra persona cuyo corazón sigue latiendo gracias a su generoso acto de hace unos días.

Si fuésemos capaces de que todos los donantes a los 4 días de haber donado reflexionasen que el corazón de alguien sigue latiendo gracias a su donación, estoy seguro que tendríamos que tomar medidas para poder gestionar las solicitudes de citas para donar.

Entre todas las personas que trabajamos en los Centros de Transfusión y Centros Sanitarios tenemos que lograr que la donación de sangre sea un regalo que genere tanto emoción como agradecimiento en los pacientes y orgullo en los donantes.