“Tener hábitos de vida saludables es sin duda síntoma de equilibrio emocional. Contribuir con la comunidad es una gran oportunidad de mejora. Aportar de manera incondicional es señal de sentirse en paz”.
Cuando una parte del sistema cambia, cambia el sistema. Allá por 2014 mi vida era un completo caos por muchas circunstancias, unas propias y otras ajenas. Después de comenzar a leer y a acudir a formaciones acerca de inteligencia emocional comprendí que “necesitaba un cambio en mi vida para que mi vida cambiara”. Por aquél entonces vivía presa de muchos excesos: exceso de trabajo, exceso de estrés, exceso de bebidas azucaradas, de dulces, de ocio, de redes sociales, de relaciones sentimentales, …
Hoy me parece absurdo, pero aquél diciembre que me propuse cambiar no sabía qué tenía que hacer para cambiar. Recordé una lección que le di a mi hijo para que mejorase su comportamiento en clase: no es lo que tienes que hacer, sino lo que tienes que dejar de hacer. Claro!, muy bien, muy fácil decirlo pero necesitaba una motivación, algo que me moviese a ello. Como no sabía definir muy bien que lograría tener el suficiente poder sobre mi ajetreada vida, pensé que formar parte de una disciplina, de un grupo me ayudaría en los momentos de “debilidad”. El gimnasio no tenía el suficiente tirón, practicar algún deporte tampoco, las relaciones no se me daban bien o no tenían por qué ser saludables… entonces, recordé que en alguna ocasión había donado sangre; me esperé a cumplir las condiciones y repetí. “Ser donante es una disciplina muy exigente en cuanto a responsabilidad, pues incumplir las condiciones podría poner en grave riesgo la vida de otra persona”. Por añadido, también exige de tener unos hábitos de vida saludables para garantizar la calidad de la donación, hábitos que yo tenía y había caído en desuso. Retomar el hábito de ser donante implicaba dejar varios otros hábitos a los que estaba enganchado, y era justo lo que necesitaba: dejar lo malo que había adquirido para aportar lo bueno que había en mí. Además, el sentido de la responsabilidad ejercía para mí la presión necesaria que venciese a mi ego cuando reclamaba retomar sus fechorías.
En una donación de sangre me explicaron en qué consistía donar plaquetas, un proceso más costoso y elaborado para el cuál no todos los candidatos posibles son aptos. También me informaron que las donaciones de plaquetas van destinadas sobre todo a pacientes de quimioterapia o similar, y que una donación puede usarse hasta para 4 niños, cuestión que me convenció por completo para en diciembre de 2013 hacer mi primera donación; hoy abril de 2021 es la que hace 32.
“Desde que formo parte del gran grupo de donantes habituales, mi vida se ha vuelvo más estable, mi carácter más alegre y optimista, he solucionado un montón de problemas económicos y laborables que tenía (gracias a emplear mi tiempo libre en practicar deporte y formación, lo cuál ayuda un montón a centrarse)”, he conocido personas tan motivadoras e interesantes como Roberto Roig y Asunción Chaves, además de decenas de enfermeras que realizan su labor con una adorable profesionalidad, me he dado de alta en varias asociaciones que realizan actividades de mejora activamente… en fin, que dejar de hacer el chorra para contribuir a la mejora de personas que no conozco ha sido la mejor y mayor ayuda que he tenido para solucionar todos mis problemas. “Dar de manera incondicional y sin esperar nada a cambio es lo que más me ha aportado a mi vida”.
En este artículo no voy a “pedir el voto” para que más personas se hagan donantes como yo, aunque en el Centro de Transfusiones de Valencia no cierran al medio día, tienen parking gratuito y te tratan súper súper bien y ser donante habitual no es tan popular ni habitual como hacer Tik Toks pero sí que es más útil, sobre todo para quien recibe la donación. “Mi intención es únicamente, si me lo permites, contagiarte con mi ejemplo”.